Como las películas, mi vida también tiene una banda sonora: cosas que me pasan, etapas que viví o pasajes que había olvidado, regresan a mi cuando escucho ciertas canciones… Por eso me dolió tanto la muerte de Amy Winehouse, porque siempre la asociaré a mis inicios con Yaima…
Una mañana desperté en Rio de Janeiro pensando en la chiquita que me regaló el mejor fin de semana de mis casi 28 años. Y si me parecía increíble tener una novia preciosa, de esas que creía vedadas para un cuatro-ojos como yo, menos aún me creía que estaba en Copacabana, esa novelesca barriada que veneramos por culpa de O’Globo.
Aquella mañana, tras confirmar que no estaba en La Víbora, prendí la TV para toparme en ese justo instante con una trigueña que, menos el cuerpo, todo lo tenía exagerado: el pelo, el maquillaje, los ojos, los tatuajes, la flaquencia, pero sobre todo la voz… ¡y qué voz!
Además, el video me sedujo de inmediato por su onda retro, el desparpajo, la provocación, el desaliño ex profeso, el sonido motown, la estética del músico trasnochado, la honestidad del vozarrón de Amy, la aparente falta de pose, la irreverencia, el poco convencionalismo…
Era lo que en la universidad aglutinábamos con el abarcador calificativo de «fundidera», donde cabían Tarantino, Lars von Trier, Habana Abierta, Massive Attack, Victor Mesa: era la sublime iconoclasia, el rompimiento genial, lo verdaderamente Auténtico…
Por eso me atrapó Amy, porque desbordaba fundidera por cuanto costado tuviera, pero la pobre… Exactamente cuatro años después de que yo la descubriera, en julio de 2007, Amy al fin hizo lo que la mayoría esperaba de ella: morirse…
Suena cínico, pero la gente «correcta» prefiere tragedias que legitimen su descafeinado modo de vida, antes que una redención que les restriegue en la cara su mediocridad cotidiana, su miedo a ser fieles a si mismos y transgredir, y que el sol salga por donde sea…
A ver, que tampoco le reía la gracia a Amy: ella fue una víctima a conciencia, una chiquilla talentosa y malcriada que se inventó el personaje de mujerzuela vapuleada, enfermizamente dependiente de su macho castigador, porque quizás lo consideró acorde al espíritu del soul…
Amy quiso ser una Billie Holiday, pero también fue nuestra Lupe, «machacá» y sufrida en ese ámbito arrabalero y desenfrenado donde se arraigó porque quiso, pues dinero le sobraba para salirse, pero sabía que ya no sería lo mismo, su mensaje sería pura impostura…
Admitámoslo, el producto Amy le debe todo a la persona Amy: sin la mala vida nocturna, la resaca, el sexo sucio y el despecho acumulado, sus letras nunca habrían sido tan descarnadas, ni su vozarrón tan insolente habría logrado transmitir todo el desencanto y el dolor del género.
Se consagró a la curda como nos hemos consagrado con mayor o menor intensidad todos los que hemos ambicionado cierta trascendencia artística. Y me incluyo, porque bebí de todo en la universidad, y hasta algo raro fumé una que otra vez, antes de la gran Persecución.
No estoy orgulloso de eso, ni tampoco de muchas otras tonterías que hice, pero es parte de mi vida, lo acepto y vivo con mis errores, agradecido por los buenos ratos que algunos me hicieron pasar, y porque me enseñaron a ser lo que soy, no lo que se espera de mi.
Uno revisa y en las grandes épocas de creatividad y ruptura hay siempre drogas o alcohol: opio, hachís, whisky, LSD, marihuana, ron peleón, anfetaminas… Cerveza no, porque la birra solo da sueño y ganas de mear, y la liberación debe ser del espíritu, no del esfínter…
Es como si la gente necesitara ayuda para desinhibirse, y en todo caso algo que justifique el destrozo del dique moral conque la Sociedad contiene los instintos… Al final han buscado un pretexto para sincerarse, porque los mayores genios han sido los más sinceros consigo mismo…
Por suerte los genios se defecan en la pacatería de sus tiempos, en el prejuicio de sociedades que, para colmo, son hipócritas, porque muchas veces piensan igual o peor, pero lo reprimen por miedo, comodidad, luz corta, en resumen, por «madurez»… ¡Bah!
Amy y los que se quedaron en 27 añitos, y muchos otros que han durado más o menos, no se dieron cuenta de que trascender no requiere atajos químicos, sino talento y genitales morales…
Quizás el alcohol te ilumine de entrada, pero pronto te embota, y lo demás es pura pose, cotilleo y autodestrucción… Pero nadie escarmienta con cabeza ajena, y yo no soy quién para predicar, porque esto es un blog, no un púlpito…
Amen Amy… Siempre estarás entre mis favoritas…
Primero fue Michel Contreras, jugando a adivino, con aquello de Las Estrellas se apagan a los 27, y ahora tú, con ese talento endemoniado para decir lo que otros no pueden por falta de talento, con ese desenfado, como si no te costara trabajo.
Amy pagó el precio de ser Amy, como lo has dicho, y tal vez desde el personaje público que se construyó su muerte sea coherente.
A mí me dejó un raro sabor, por su juventud y porque nunca sabremos todo lo que pudo haber dado. Pero bueno, siendo cínica y todo lo demás, eso pasa todos los días, con millones de seres y no les dedican ni un minuto de silenco. Claro, no todos esos millones cantaban como ella.
En fin, que me gustó, ya lo sabes, y me uno a la inconformidad de esta columna, demasiado estrecha para estar a la izquierda… actualiza tu modelo, digo, tu diseño…
Amén…
muy buena entrada!
«They tried to make me go to rehab but I said ‘no, no, no…»
Estas líneas me recuerdan como conoci a Amy W. casualmente fue en Av Acosta en la casa de mi coautora, como en 3er año de la carrera asi que también estoy conectada a esta historia. «Valerie» es por mucho mi tema preferido dentro de la música de todos los tiempos y todos los idiomas. LO UNICO QUE ME EXASPERA ES LA ESTRECHEZ TOZUDA DE ESTA COLUMNA. Gracias Ch
Genial al igual que TODO mi herma, triste que le diera la razón a los que ya lo sabían; pero deja la «fundidera» con «Victor». Broma aparte, tienes razón, sobran máscaras